Por: Mauricio Jaramillo Jassir
Nadie reclama, pues nos hemos acostumbrado a que la prensa tradicional utilice su posición de poder para imponer a la fuerza sus temas de agenda que corresponden a intereses ociosos. Esta vez se debe reseñar, criticar y rechazar una nota de El Tiempo convertida en trino en el que se designa a Carlos Fernando Galán como el personaje del año en Bogotá. No se trata en estricto sentido como ha ocurrido con el alcalde a lo largo de este atropellado y opaco primer año de gobierno territorial de una defensa partidista o ideológica, sino de algo peor (el periodismo hegemónico siempre lograr superarse tocando fondo): una férrea “solidaridad de clase”. La nota de El Tiempo no sólo distrae sobre una gestión que no ha estado a la altura, es también una bofetada a las clases sociales más desfavorecidas y golpeadas por el peor racionamiento de agua en la capital.
De otra parte, confirma la apatía descarada de cara a las víctimas que solo han hallado en el gobierno nacional eco a sus reclamos tan justos como históricamente desoídos. Bogotá concentra buena parte de las víctimas del conflicto, familiares de desaparecidos, mutilados por violencia del Estado, cercanos a los ejecutados extrajudicialmente, desplazados y refugiados.
Dice la pieza de El Tiempo que Galán se destaca por la gestión de la crisis del agua y por su “posición firme” de cara al gobierno nacional. Dicho de otro modo, se premia la falta de articulación con la nación y la respuesta clasista a la crisis del agua. Golpear a todos los estratos por igual, cuando es de conocimiento público que los más ricos disponen de recursos y de infraestructura habitacional para ni siquiera sentir los racionamientos, mientras las clases populares sufren y soportan el peor impacto es revelador sobre la desconexión de El Tiempo con las clases populares. La destemplada nota agrega que hay “científicos, artistas y otros funcionarios” que sobresalen junto al alcalde, porque las víctimas no existen, no están en el radar de los medios ni de la clase dirigente. En pocas palabras, importan para el establecimiento en época de elecciones, pero en ausencia de competencia electoral los pobres pesan, son una carga, sus carencias estructurales son de su entera responsabilidad.
Alguien debe contradecir este discurso desligado de la realidad, clasista y abiertamente desafiante respecto de los intereses de las personas del común o los intereses populares. Propongo en esta columna abandonar las etiquetas de los dizque “personajes del año” que sólo sirven para engordar los egos e imponernos a la fuerza la idea de una gestión impoluta de un alcalde cuyo principal mérito no puede ser controvertir a Petro. Señoras y señores de El Tiempo, tal no es el mandato del alcalde, eso no tiene nada que ver con el espíritu descentralizador, y menos aún con los intereses de la capital. Qué tal si en lugar de erigir estos monumentos de papel, dedican espacio a las víctimas que han hecho de Bogotá su campo de lucha por ser la sede de los poderes públicos. ¿No pensaron en MAFAPO, las madres de las ejecuciones extrajudiciales o mal llamados falsos positivos para este rótulo? ¿Nadie en ese diario pensó que su resistencia frente al negacionismo -cada vez más tolerado por el establecimiento- es una lucha histórica que ha cambiado en dos nuestra percepción de la memoria?
Esta calificación descachada de la agotada figura del personaje del año, confirma lo que hemos venido advirtiendo y tiene que ver con un establecimiento que hace rato controla los espacios de opinión y manipula informativamente. La defensa de los intereses de clase sigue guiando las agendas mediáticas, por ende, hay que insistir en la contranarrativa y en la promoción de los medios alternativos y populares. Es, tal vez, la revolución más relevante del siglo XXI.