Por: Dumar A. Jaramillo-Hernández
Porfesor Universidad de los LLanos, MVZ. Esp. MSc. PhD.
Primero entendamos que la COP es el acrónimo del inglés “Conference of the Parties” (Conferencia de las Partes). La COP está constituida por más de 200 partes, en las que se engloban países, organizaciones regionales y actores no estatales de las 5 regiones establecidas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), es decir: África, Asia, América Latina y el Caribe, Europa Central, Oriental y Occidental, entre otros. Siendo este el órgano supremo de toma de decisiones de la Convención Marco de Cambio Climático de Naciones Unidas, que tuvo lugar en Río de Janeiro (Brasil) en 1992 (Convención de Río).
La COP evalúa los inventarios de emisiones (gases de efecto invernadero) presentados por las Partes de acuerdo a los compromisos que año a año adopta la misma COP, en consecuencia, todos los Estados, gobiernos e Instituciones que la integran. La primera COP se reunió en Berlín, durante el año 1995, justo un año después de poner en marcha los planes de la Convención de Río. Desde ese momento se continúa cada año estableciendo objetivos para mediar tres procesos biofísicos - antrópicos (los que ocasionamos nosotros) de alto riesgo para el planeta: la desertificación, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.
En cada COP se han generado acuerdos importantes por el cambio climático, por ejemplo El tratado de Kioto en 1997 durante la COP3. Sin embargo, una COP memorable fue El Acuerdo de París, producto de la COP21 en el 2015, donde 196 partes firmaron un acuerdo vinculante para limitar el calentamiento mundial por debajo de 2, preferiblemente a 1,5 grados centígrados, en comparación con los niveles preindustriales. Este acuerdo estableció que, a partir del 2024, los países informarán de manera transparente sobre las medidas adoptadas y los progresos realizados en la mitigación del cambio climático. Para el año 2021, las Partes habían entregado 190 planes de lucha contra el cambio climático, acción que cubrirá un 99% de las emisiones.
Con todos estos embates a la razón, consagrados en documentos abiertos al mundo (que nos deben permitir como sociedad apropiarnos de la situación y enfrentarla, además de señalar al gobierno de turno y exigir acciones concretas con los compromisos adquiridos). Para el año 2019, los gases de efecto invernadero incrementaron y las emisiones de carbono crecieron más del 0,5%. Más crítico aún, en mayo del 2023 estábamos recibiendo la penosa noticia de alcanzar el récord en concentración de Dióxido de Carbono —CO₂ (uno de los productos más importantes de la combustión de combustibles fósiles) en la atmósfera terrestres, con niveles de 424 partes por millón (ppm). Esta concentración es la más alta desde que, hace 63 años, se instalaron los sistemas de medición de estos gases de efecto invernadero.
Este año también ha marcado un hito en lo respectivo a las convenciones de cambio climático, hito paradójico, dado que la COP28 se celebró este mes en Dubái (Emiratos Árabes Unidos), ciudad central del país integrante de La Organización de Países Exportadores de Petróleo. Así mismo, el presidente de la COP28 Sultán Al Jaber (CEO de la Abu Dhabi National Oil Company) estableció lo fundamental del abandono de los combustibles fósiles en medio de la crisis climática que enfrenta nuestro planeta, para tratar de limitar el calentamiento global a 1.5 °C.
Nota entre líneas: al parecer en su discurso hay mucha retórica, dado que sus acciones como CEO en la comercialización de combustibles fósiles en países altamente dependiente de estos, distan mucho de sus palabras en esta COP28.
Seguramente, el señor Sultán sustenta esta inferencia en los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), los cuales subrayan la necesidad de eliminar las emisiones de dióxido de carbono en poco más de una década para tener alguna posibilidad de limitar el calentamiento a 1.5 °C. Aunque, por otro lado, existe también la necesidad de extraer, a escala industrial, de la atmósfera terrestre las altas concentraciones de CO2 que hemos producido, un gran desafío científico.
Una de las principales conclusiones de la COP28, hace referencia a la situación lamentable de cumplimento de los tratados sobre acción climática anteriores, donde los países “ricos” no desean impulsar con fondos económicos a los países empobrecidos al respecto de los procesos de transición energética limpia; al tiempo que no hay nada concreto en su responsabilidad de cumplimiento del abandono gradual de combustibles fósiles en sus economías, sólo briznas de tecnologías limpias que alimentan su retórica en estos espacios mundiales.
Otra nota entre líneas: históricamente los países “ricos” son la fuente de la mayoría de las emisiones y son los mismos irresponsables en comprometerse a abordar la crisis climática de manera más decisiva.
Otro importante producto de esta última COP, es el reconocimiento científico de la teoría que aduce que cada fracción de grado (ºC) adicional de calentamiento tiene consecuencias significativas asociadas a daños costosos e irreversibles de los ecosistemas marítimos y terrestres, es decir de nuestras sociedades y su futuro. Por ello, se ha creado un fondo de 'pérdidas y daños' (en teoría: 100.000 millones de dólares al año) y compromisos para triplicar la capacidad de generación de energía renovable, siendo imperativo reconocer que la energía limpia por sí sola no evitará un mayor calentamiento global sin el abandono simultáneo de los combustibles fósiles. La transición hacia una economía libre de combustibles fósiles no será fácil, pero es ineludible.
Una última nota entre líneas: “simultáneo” querido gobierno de turno, simultáneo aduce que estamos construyendo todo un sistema de energías renovables al tiempo que reducimos periódicamente nuestra dependencia de combustibles fósiles, recuerde gobierno que todas las dádivas económicas que existen en Colombia se deben a la extracción de hidrocarburos.
Para concluir, expongo un tema trascendental cuando se habla de reducción de emisiones: “la pobreza extrema”. Aparece un interrogante que debería preocuparnos incuestionablemente, más en casos como nuestro país saqueado históricamente por gobiernos corruptos: ¿Podemos aliviar la pobreza extrema sin comprometer los esfuerzos para controlar el cambio climático?
Al respecto, la prestigiosa editorial “Nature” publicó un manuscrito científico que trata de dar aportes a la respuesta de este interrogante, sorprendentemente, el impacto de poner fin a la pobreza extrema en las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global es mínimo. Para entender rápidamente esta encrucijada, debemos deducir que la pobreza extrema podría estar asociada con imposibilidad de reducción de emisiones, debido al crecimiento económico de las sociedades, acción que impulsa mayor consumo, mayor industrialización, más emisiones. Por eso la verdadera pregunta aquí es: ¿Este aumento en el consumo para aliviar la pobreza extrema entra en conflicto con los esfuerzos por limitar el calentamiento global?
Para responder este último interrogante, incluso con patrones históricos de intensidad energética y de carbono, el aumento de las emisiones globales asociadas con la reducción de la pobreza extrema es modesto, representando aproximadamente un 4.9% de las emisiones globales para el año 2019. Estas cifras, aunque no deben subestimarse, plantean una reflexión interesante: el desafío para el mundo no radica tanto en conciliar la reducción de la pobreza extrema con los objetivos climáticos, sino en garantizar estándares de vida sostenibles para las economías de ingresos medios.
El estudio apunta a la necesidad de desacoplar el crecimiento económico del consumo de energía y carbono. La eficiencia energética, la reducción de la intensidad de carbono y la disminución de la desigualdad podrían ser vías cruciales para mitigar la elevación de los estándares de vida de las economías de ingresos medios, aliviando la pobreza sin añadir una carga sustancial a nuestras metas climáticas; el secreto a gritos para los gobiernos de turno: deben propender por políticas que promuevan la equidad y la sostenibilidad.