En la RAYA

OPINIÓN

Por: Juan Pablo Soler Villamizar

Tras los incendios que se han vivido en las últimas semanas en diferentes partes del planeta, nuevamente, se encienden las alarmas y la ciudadanía en general se preocupa por el cambio climático. A pocas semanas de terminar las discusiones sobre el clima en la COP-28 de Naciones Unidas en Dubai, en la que los avances fueron exiguos, el contexto se convierte en un escenario apocalíptico para muchas personas.

Hablar de cambio climático es un reduccionismo del problema de la humanidad. Lo más apropiado es hablar de crisis climática, para así analizar la situación en torno a las causas estructurales, impactos, efectos y externalidades no previstas. Del mismo modo, desde ese criterio se pueden proponer soluciones acordes a los desafíos que resultan del análisis y no, simplemente como una oportunidad de negocio que, en su mayoría, constituye falsas soluciones que siguen conduciendo a la especie humana hacia el abismo climático.

Por primera vez, tras 28 sesiones de la ONU sobre el clima, se concluyó en diciembre que la humanidad debe avanzar en transición hacia el abandono de los combustibles fósiles, lo cual significó un enfrentamiento entre quienes defienden la vida y el equilibrio planetario y quienes se oponen a apartarse del negocio de los fósiles.

El trasfondo de la transición está en clave de la discusión del modelo energético. Cesar la extracción de fósiles no mitigará la crisis climática si el despilfarro energético sigue preponderando en una sociedad en la que las nuevas tecnologías se pueden tornar, igual o más agresivas, en términos de generar mayores emisiones de gases efecto invernadero; o de ampliar las fronteras del extractivismo que afecta directa e irreversiblemente a la naturaleza aumentando las cifras de violación de derechos humanos por la acción directa de quienes piensan la vida alrededor de las ganancias.

Ahora, mientras veo llover, contrario a los pronósticos de sequía más exhaustivos que señalaban el verano hasta mayo, considero que dentro de los efectos que conlleva la crisis climática es la aparición de todo tipo de oportunismo económico, que va desde las falsas soluciones hasta la creación de escenarios que permiten hacer lo prohibido o que cambian el orden de lo establecido.

En concreto, me refiero a que la sequía puede ser aprovechada para crear incendios forestales que permitan luego cambiar el uso de suelo, para desplazar poblaciones en nombre del cambio climático o para dañar o desaparecer formas de vida que signifiquen impedimentos para determinados sectores que al final son funcionales para sacar avante sus intereses.

Las conflagraciones que hicieron arder los bosques plantados en los cerros orientales de Bogotá ¿qué relación tienen con su modelo de ocupación o con lo que se quiere implementar allí? Es de común conocimiento que siempre se ha dicho que allí están los pulmones de Bogotá, pero ¿qué pasa si el pulmón se quema?

De igual manera observamos la conflagración de miles de frailejones en el páramo de Santurbán donde preciso se cierne la discusión de la delimitación de páramos y donde los intereses de las empresas mineras de oro y carbón están al orden del día, en espera de una licencia ambiental.

Un acto similar reposa en la historia de Colombia alrededor de la represa El Quimbo. La primera solicitud de licenciamiento ambiental fue rechazada por tratarse de un área de la Reserva Forestal de la Amazonía declarada por la Ley 2ª de 1959. Los años siguientes tuvieron procesos intencionados y acelerados de deforestación, que motivaron a la Autoridad Ambiental a sustraer 7482 hectáreas de dicha reserva forestal a favor de la empresa EMGESA que terminó dando viabilidad al proyecto hidroeléctrico en el Huila que ha generado inconformismo social por sus impactos en la naturaleza así como a la economía regional y nacional. Esto se constata en la resolución 0899 de 2009, que reposa en el expediente LAM 4090 del Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial.

Ahora bien, estas prácticas también guardan paralelos en países como Chile donde en las últimas semanas el fuego consumió más de 43 mil hectáreas arrebatando la vida de más de 112 personas, además de decenas de desaparecidos e incinerando más de 3 mil viviendas en la región de Valparaíso y Viña del Mar. Un fuego recurrente que en menos de un año abatió la misma región donde, por casualidad, se cierne el interés inmobiliario para expandirse.

En Brasil se han denunciado las artimañas asociadas al fuego para expandir zonas de monocultivos y ganadería en la Amazonía y otras regiones. Al punto de que los interesados en expandir los agronegocios, la ganadería extensiva y la especulación de la tierra llamaron a adelantar los días del fuego consumiendo más de 1.7 millones de hectáreas entre el 10 y 11 de agosto de 2019. 

En ese mismo año, en Bolivia tuvo lugar la quema de más de 450 mil hectáreas de Bosque Seco Chiquitano donde está la Reserva Natural Tucavaca en Bolivia, lo cual fue concomitante para promover el agronegocio de soja, entre otros cultivos, y ganadería extensiva en ese país.

En Argentina durante el pico de la pandemia en 2020, se produjeron conflagraciones que consumieron más de 850 mil hectáreas. El Servicio Nacional de Manejo del Fuego reportó incendios todo el año en Córdoba, Entre Ríos y el Chaco, los cuales tuvieron origen antrópico asociado a intereses y prácticas de la ganadería.

Frente a estas evidencias es necesario actuar preventivamente en Colombia y demás países del mundo. Ante los efectos nocivos de esta crisis es necesario que se legisle en procura de congelar el uso de las tierras, una medida concreta es prohibir el cambio de uso del suelo de zonas de reserva forestal o interés ambiental estratégico para la preservación, y en caso de que se sufran conflagraciones, inundaciones, o deforestaciones se prohíba el cambio de uso del suelo más allá de 50 años. 

Actuar preventivamente frente a intereses económicos es parte de la solución a la crisis climática que afecta a todos los habitantes del planeta; por tanto, una iniciativa similar que tenga eco en otros parlamentos de la región tendrá mayor efecto.

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