Por: Óscar Montero
Que cada 9 de agosto renazca y florezca la Vida, que cada día el mundo se mire a los ojos y reconozca el origen ancestral que tiene.
Cada 9 de agosto, la Organización de las Naciones Unidas -ONU- conmemora el Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo. Un día que se logró instaurar en la comunidad internacional para reconocer la diversidad étnica y cultural del planeta. Lo cierto es que los hay desde Japón hasta Noruega, en Burkina Faso y Canadá, o en Nueva Delhi y Australia. Todos con una causa común: el cuidado de la madre tierra.
Es de resaltar que los pueblos indígenas habitan en todo el planeta; y se estima que corresponden a más de 380 millones de habitantes en todos los rincones del mundo, en donde se suelen llamar o se conocen como: primeros pueblos, primeras naciones, pueblos originarios, pueblos indígenas, o simplemente nativos, indígenas o aborígenes. Estamos en todos los continentes y en cada territorio, país, Estado o nación; llevamos una lucha por el reconocimiento, por el respeto a la diversidad y fundamentalmente por la defensa del territorio y la cultura.
En África la lucha es contra la privatización de sus tierras para convertirlas en parques naturales y zoológicos, que buscan vender al mundo “un turismo salvaje”, allí los pueblos pastoreros luchan por que se respete los territorios en los que históricamente han vivido como nómadas sin distinción de fronteras.
En Asia, principalmente en China y Japón, luchan por su reconocimiento como pueblos y en Rusia, los pueblos indígenas luchan por mantener sus tradiciones culturales y económicas alrededor de la pesca.
En Oceanía se resalta la presencia de muchos pueblos aborígenes aún no contactados o en contacto inicial; allí en la selva espesa, al igual que en la Amazonía, se estima que aún hay presencia de más de cien pueblos alejados de la sociedad “mayoritaria”.
En Europa sobresale la lucha de los Sami, quienes han podido mantener una autonomía por siglos de reconocimiento de sus prácticas culturales y de gobierno en los Estados que habitan; allí el ejercicio de la autonomía y del gobierno propio con el parlamento Sami es un ejemplo para los demás pueblos del mundo.
En el otro extremo, países como la India y los del medio oriente son reconocidos por la gran diversidad indígena que contienen. Tanto así, que la India se considera uno de los países en el mundo con mayor número de pueblos indígenas en su territorio nacional.
En Abya Yala, mal llamada América, los pueblos indígenas, los nuevos pueblos o los pueblos del tercer mundo seguimos resistiendo ante nuevas colonizaciones y la avaricia de lo que han denominado “desarrollo”. Pero, además, seguimos resistiendo ante las divisiones impuestas por los colonizadores, un ejemplo de ello es la idea de los tres continentes en uno: América del norte, central y del sur. Una división territorial ajena a nosotros.
Desde los inuit, en la Antártida y Canadá, hasta los Mapuche, en la Patagonia en Argentina, y los Rapa Nui, en las Islas de Pascua en Chile, la resistencia es una sola, no solo de este continente sino la misma de todos los pueblos indígenas del mundo. La lucha continúa y las nuevas generaciones y semillas de vida vienen y continúan con el legado, defender y cuidar la Tierra como la madre. Mantener la cultura ancestral como sistema y forma de vida distinta y alternativa a la que se impone en los Estados naciones de tener desarrollo a cambio de la destrucción de la vida de la naturaleza, la resistencia sigue desde nuestras propias formas de organización, incidencia, autonomía y autodeterminación. Hoy con herramientas jurídicas internacionales como la Declaración de las Naciones Unidas de los Derechos de los Pueblos Indígenas y Tribales del mundo del 2007.
Somos hijos de la Tierra, somos los pueblos indígenas del mundo, los guardianes de los elementos sagrados que nos dan y mantienen con vida. Queremos que reconozcan nuestros sistemas de conocimiento para salvar la vida humana y de todo ser en la Tierra, conservamos en nuestros territorios más del 90 % de la diversidad biológica de la humanidad.
Nuestras apuestas son para el cuidado de toda expresión de la vida, por eso hoy hacemos un llamado a fortalecer la unidad de los pueblos, a tejer juntos apuestas de resistencias y a caminar en medio de la diversidad por mundos posibles que realmente tengan como centro la vida.
No somos de ningún Estado, somos hijos de la Tierra, somos guardianes de la vida que nos enfrentamos a diario a una lucha constante por ser y estar.