Por: Óscar Montero De La Rosa
“Ya comienza el festival vinieron a invitarme, ya se van los provincianos que estudian conmigo”, así empieza el emblemático e icónico himno en honor al festival de la Leyenda Vallenata, interpretado por el compositor Silvio Brito; sin lugar a dudas un lamento folclórico que convoca desde la distancia a muchos valduparenses que viven fuera de su tierra natal. Esos que son llamados “vallenatos” o costeños de agua dulce.
Pero para hablar de Valledupar, del Valle del Cacique Upar, es necesario hablar de sus primeros habitantes: los pueblos indígenas que hoy aún resisten ante el genocidio sistemático que han sufrido. Estas tierras han sido habitadas históricamente por los Kankuamos, y tan arraigada aún está su presencia que los lugares católicos de la ciudad trataron de construirse sobre sitios sagrados de este pueblo, pretendiendo borrar su historia; sin embargo la memoria de sus habitantes, conocedores, sigue intacta.
Estas tierras son también habitadas a sus alrededores, en la parte hacia la Sierra, por los Koguis, los Arhuacos y los Wiwas, e incluso los Ette Ennaka (mal llamados “Chimilas”) y los Yukpas al otro lado en la Serranía del Perijá.
Valledupar es un valle formado entre estos dos sistemas montañosos, lo que la hace ser una ciudad plana, bañada por ríos limpios y cristalinos muy famosos: Guatapurí y Badillo, y al otro lado por el río Cesar. Su geografía, lo hace diferente pues es la única ciudad de la costa que no tiene costa. Todos estos lugares son los que han sido centro de inspiración de muchos compositores, cantantes y artistas de la música tradicional vallenata.
Una música que se origina del sonar de los carrizos macho y hembra de la Sierra usados históricamente por los Kankuamos, que nace como poesía de la cotidianidad de estas tierras y su gente, como diría e inmortalizaría el gran Gabriel García Márquez nuestro primer y único Nobel de literatura.
La música vallenata es un aporte cultural de los colombianos, es un verso bien escrito que inspira y le canta a la vida. Hoy, al vallenato lo han denominado de la vieja y nueva ola, como una forma de distinguir el tradicional, del que emplea además del acordeón, caja y guacharaca otros instrumentos de la actualidad.
La caja es el aporte del pueblo negro al vallenato, la guacharaca el indígena y el acordeón el europeo, sin lugar a dudas una triada. De instrumentos musicales que ponen a vibrar a un sin número de personas que en cada festival vallenato a finales y principios de abril de cada año visitan a la ciudad de Valledupar.
Hay que recordar que el vallenato, de igual manera, ha tenido algunos impases negativos que han cuestionado al género, y no se puede negar que en algún momento con esta música se elogiaba al paramilitarismo en Colombia (sin decir que otro tipo de música no lo haga). El mismo que casi extermina al Pueblo Kankuamo.
La semana pasada cerró otra versión del festival de la música de acordeones, de la música vallenata que se ha internacionalizado, esa música de campo, de lugares recónditos del realismo mágico de Gabo y que hoy se escucha hasta en Europa y China. El vallenato es patrimonio cultural e inmaterial de la Nación, de los colombianos y no de una familia, este debe ser hoy un canto a la paz de Colombia, un espacio de encuentro de las culturas y un homenaje a esa gran ciudad que es mi querida Valledupar del alma.
Finalmente, el vallenato de hoy, además de incluir en sus notas musicales otros instrumentos en sus melodías, también ha dado la oportunidad de que las mujeres puedan participar de manera ecuánime, algo impensable en un género que no podemos negar que aunque le cante y alabe a la mujer es machista.
Aquí quiero retomar y exaltar que tanto hombres como mujeres pueden hacer sonar con todo el rigor que la música vallenata amerita el son, el merengue, el paseo y la puya, esos ritmos que en una tarima y en una noche de luna llena Wendy Corzo Carmona logró el año pasado coronarse como reina del Festival Vallenato, y no cualquier reina, era nada más y nada menos que la primera mujer Kankuama indígena en el país en serlo en un festival trascendental como este. Y como ella misma manifestó: “portar el título de reina de nuestro Festival Vallenato en la categoría acordeonera mayor, me ha concedido el honor de enaltecer nuestro folclor, raíces y esencia de mujer”