Por: Aiden Salgado Cassiani
La etnicidad está definida como esas características o rasgos físicos, culturales, históricos y sociales que identifican a un individuo o comunidad. En el caso específico de la comunidad afrodescendiente, producto de la trata transatlántica, los une la procedencia histórica africana, haber vivido la esclavización de sus ascendientes, padecer la discriminación racial o económica y, finalmente, pertenecer a la nación colombiana, que orgullosamente suelen representar, a pesar de todo, principalmente en el deporte. En este se realizan actividades físicas y/o mentales con finalidad competitiva con unas reglas definidas en el marco de un proceso organizado.
La semana pasada la selección de fútbol de mayores, nos brindó en la Copa América que se jugó en Estados Unidos, una felicidad que se mantiene y esperamos repetir en los Juegos Olímpicos en Francia. Estas actividades deportivas tienen la cualidad de unir a la nación en el mismo objetivo de triunfo, alegría colectiva e identidad, sin importar la situación económica, social, ubicación geográfica, edad, sexo o ideología. Las diferencias suelen desaparecer para aplaudir como nación orgullosa a los deportistas, el apoyo de todo el país para que sean triunfadores.
Los subcampeones de la Copa América son los mejores futbolistas que en el momento tiene el país, donde un número significativo son afrocolombianos o negros, indígenas y el resto blancos mestizos, procedentes de diversos lugares como Chocó, Valle del Cauca y Antioquia. Este último departamento es el que más jugadores aporta, lo cual tiene mucho que ver, no sólo con la cantidad de habitantes y extensión geográfica, también con el apoyo en recursos económicos destinados al deporte.
Al salir a la cancha, se podían ver seis o siete titulares afrocolombianos y algunos como Lucho Díaz con esta condición compartida con la indígena. Estos jugadores demuestran que esta comunidad está en todo el territorio nacional y no exclusivamente en las regiones del Pacífico y Caribe como erróneamente se suele pensar.
Cuando observamos la foto de la selección y miramos tantos afros y, además, nos damos cuenta que no es sólo en Colombia el fenómeno y vemos la imagen de las selecciones de España, Alemania, Francia o Canadá, hacemos la comparación de hace 30 años y reconocemos esos cambios. Al explicar esto, se suele asumir que esta población tiene cualidades sólo para el deporte, en este caso el fútbol; que nacieron con ese ADN, son de deporte fuerte y que su región es una potencia para los equipos. Estas son opiniones sesgadas por actitudes racistas y discriminatorias. Porque lo que hacen es estigmatizar y encasillar a la gente negra ubicándola en aquellos lugares en los que, según la sociedad, son “exitosos”, como en el deporte de alto rendimiento y no en todos los deportes.
Detrás de esas opiniones generalizadas y aceptadas socialmente hay una matriz de racismo. La falta de un análisis profundo sobre el fenómeno contribuye a estandarizar, estigmatizar y excluir a estas poblaciones diciéndoles "ustedes sirven para este deporte, pero no para otras actividades". De forma inconsciente estos actos racistas y discriminatorios los vemos en el sistema educativo y en las grandes ciudades donde la población afro no es mayoría. Cuando sólo hay uno o dos estudiantes por salón, les sucede que cuando deben conformar grupos para un trabajo académico sea de matemáticas, biología, sociales o español el estudiante afrocolombiano o negro se queda solo y es el último en conseguir grupo; pero si es para conformar un grupo para jugar fútbol u organizar un baile es al primero que se le acercan, a pesar de ser el primer día de clase donde los estudiantes se están conociendo.
La historia del salón de clase sucede a diario porque el imaginario socialmente construido es que estas poblaciones son exitosas solo en ciertas actividades y en las otras son un fracaso. Eso también lo observamos en la televisión y en la configuración de las escalas sociales de nuestra nación. Pocos se atreven a pensar por qué en los deportes como el fútbol, el boxeo, el baloncesto, el béisbol, el atletismo o las pesas estas personas triunfan. Porque es el espacio que la sociedad racista les ha dejado encasillándolos por su realidad social y económica. Pocos piensan por qué no triunfan en el ciclismo, en el tenis, en el tiro con arco y otras cualidades de la “población blanco mestiza, mucha de élite”. Porque su condición social no les genera las posibilidades para hacerlo. En estos deportes donde triunfan son pocos los elementos que se requieren para su práctica, en el fútbol, un balón; en el boxeo, unos guantes compartidos; el atletismo, ganas de correr; y las pesas, fuerza para levantarlas.
Ahora, mientras que para practicar ciclismo se requiere bicicleta y carretera en buen estado, esas vías en los territorios de la comunidad afro no están. Para el tenis no hay cancha, ni que decir del valor de la raqueta y las pelotas; el tiro con arco, ¿en qué cancha y con qué instrumento? Y así podemos seguir contando lo que se requiere para practicar esos deportes y nos daremos cuenta que las coincidencias de los deportes donde la población afrocolombiana triunfa son los que menor esfuerzo económico exigen, así como lugares acondicionados para su práctica. Entonces en el deporte se replica la matriz racial que compone la sociedad colombiana. Y de esto tienen que tener conciencia los deportistas afrocolombianos, en especial los que se tomaron la foto con sus verdugos.
Es necesario tener esto presente para generar acciones que contribuyan con el deporte a combatir el racismo y la discriminación y con ello la exclusión. Para que no se vuelva a repetir la imagen racista de los jugadores de la selección posando de bufón. El primer paso es ser consciente de esto y los primeros en adquirir esa conciencia hoy son los futbolistas de élite que tienen la posibilidad de empezar a cambiar esta situación. ¿Qué tal si ese número de futbolistas chocoanos se asocian y realizan infraestructuras para el fútbol y otros deportes, realizan canchas óptimas para jugar fútbol en las principales ciudades y otros escenarios deportivos y presionan al gobierno para que invierta en un buen estadio de fútbol, en carreteras, hospitales, educación, electricidad y acueducto? Está el ejemplo de Antonio Cervantes "Kid Pambelé" con su pueblo Palenque.
Los deportistas que llegaron con esfuerzo familiar y de otros por su situación económica deben tener esto presente y con sus acciones sociales pueden contribuir a que la vida les cambie a muchos jóvenes de bajo recursos y con ellos a su comunidad. Si ustedes hoy llegaron a la cima en condiciones adversas, imaginemos con campos y escenarios deportivos y apoyo organizativo adecuado, cuántos futbolistas afrocolombianos no podemos tener en pocos años en los territorios étnicos.
El Chocó y los territorios étnicos pueden ser cuna del deporte sin olvidar otras actividades culturales y académicas que sus habitantes pueden desarrollar. Necesitan toda la infraestructura y las condiciones sociales para ello. El ejemplo de Pambelé quien dio a conocer a Palenque por el boxeo y contribuyó a que le llegaran servicios públicos, da cuenta de las posibilidades que tiene hoy uno de los municipios con más profesionales en la región, aunque no se ha reflejado todavía en el bienestar de toda la comunidad. Eso mismo se puede ver en el Chocó con la cantidad de profesionales. Aprovechemos el fútbol para generar cambios sociales colectivos comunitarios y ¡que viva nuestra selección de fútbol!
Desde el palenque un cimarrón todavía.