Nadia Granados utiliza el performance para confrontar la colombianización y criticar las identidades impuestas a través de narrativas de violencia, narcocultura y explotación. A través de sus obras, como La Fulminante y Colombianización, cuestiona cómo se exaltan figuras relacionadas con el paramilitarismo y el narcotráfico, mientras se silencia a quienes resisten estas dinámicas de poder.
Por: María Fernanda Padilla Quevedo
“Nadia Granados no se somete al mercado, ni hace una obra complaciente. Es una transgresora”, dice Gilberto Hernández, director de Desborde Galería. Conoce a Nadia desde hace 13 años, cuando alojó su primer video experimental en el año 2011 y, actualmente, alberga su última exposición: Remate.
Esta exposición reúne piezas de los dos principales performance de Granados: La Fulminante, un personaje que crítica la sexualización femenina y las discusiones políticas del país. Ella, de peluca rubia y tacones dorados, ha ganado notoriedad utilizando su orina como un superpoder para derretir el rostro de personajes como el expresidente Uribe y, más recientemente, el mandatario argentino Javier Milei. Su otra obra, Colombianización cuestiona la estética e identidad colombiana alrededor de figuras como el político, el narcotraficante, el sicario y el empresario.
Los performances de Nadia se nutren del posporno, una corriente del arte feminista de los años 80 en Estados Unidos, la comunicación antisistema y la contracultura. Utiliza el video, la fotografía, los sonidos estridentes, los textos, las páginas web y el cabaret. Su arte no encaja en una sola categoría. En 2022 ganó el XI Premio Luis Caballero con la obra Colombianización, uno de los reconocimientos más importantes en Colombia para artistas de mediana trayectoria.
Performance Colombianización. Foto de Raul Vidales
Granados reconoce que su camino artístico ha influido en la historia del arte: expuso el desnudo en la calle y comenzó a interpelar las identidades. RAYA habló con ella sobre el reconocimiento del cuerpo en su obra, las consignas que sigue posicionando y las identidades que aún cuestiona a través de sus performance.
RAYA: En Colombianización se aborda la identidad colombiana. ¿Cómo es esa identidad actual? ¿Ha cambiado desde que inició ese proyecto en 2014?
Nadia Granados: Creo que las cosas no cambian tanto, sigue siendo lo mismo. Hay una parte de lo colombiano que se exalta y otro del que no se habla. En 2014, me llamaba la atención cómo se exalta el lado paraco y la narcocultura en los medios. Pero también hay una colombianidad que lucha contra eso, aunque ha sido silenciada. La colombianidad es una imposición de guerra, un sistema de imágenes, de conceptos, de ideas, y también un ejército y dinero que fueron utilizados para posicionar en el gobierno a determinadas personas con intereses políticos y económicos. Llevamos décadas en ese proceso. Ahora estamos en otro, un país que trata de organizarse, con líderes sociales y miles de asesinados. A pesar de todo, sigue existiendo y resistiendo a la violencia paraestatal. El hecho de que ahora tengamos a Petro en el gobierno quiere decir que hubo un despertar y un cambio, que ha habido una transformación en la conciencia social.
Motosierras en la colombianización. Foto: Francesco Corbettella
RAYA: ¿Qué propició esa transformación en la conciencia social?
Nadia Granados: La colombianización ha sido expuesta como algo nocivo. Ahora mucha gente lo reconoce así, no solo por mi trabajo, aunque hago parte de esos relatos que han dinamitado esa identidad. Hay muchos relatos desde las artes, la sociología y otros campos que han desestabilizado ese sistema de imágenes y verdades arraigadas. Hace 20 años, cuando Uribe era presidente, había dificultad para acceder a la información. Ahora la información se mueve de tal manera que es más difícil mantener a la colectividad en mentiras. Todo lo que hago viene de ese deseo de confrontar ese sistema de ideas y ese monopolio de la comunicación, en el que se vivía a comienzos del siglo XXI.
RAYA: Recientemente, Indepaz evidenció el reclutamiento de jóvenes a través de TikTok, influenciados por la narcocultura: dinero, camionetas, armas. ¿Qué diría Colombianización sobre esa situación en el Cauca?
Nadia Granados: El concepto del capitalismo gore es uno de los ejes principales de ese proyecto, conceptualmente hablando. En ese libro se expresa esa situación que no es nueva, o sea, eso mismo hacían hace 30 años con los sicarios de Pablo Escobar. Los medios son distintos, pero en los barrios estaba esa idea de que eres más chimba porque tienes plata y una pistola. Es la relación entre el hombre y la masculinidad soportada en el poder adquirir dinero, a costa de lo que sea, en una sociedad donde no hay oportunidades más que volverse sicario o cadáver. No he visto esos videos de TikTok, pero creo que es lo mismo que veíamos en telenovelas como Los tres caínes. Una violencia melodramática.
Crítica a la masculinidad en la colombianización. Foto: Francesco Corbelleta
Los hombres se vuelven héroes, un personaje romántico, como Pablo Escobar. La gente termina imitando modelos de conducta que están siendo representados y escritos por sistemas publicitarios. Son identidades vacías, que tienen que ver con qué te pones y tres cosas que haces. Tiene que ver con consumir cosas y hacer una actividad que te permita hacerlo. No tiene que ver sólo con las actividades delincuenciales, ese es el capitalismo, solo que en el capitalismo gore aparece el derramamiento explícito de sangre y donde se construyen esos relatos del terror.
Por un lado está ese lugar donde están las camionetas, los billetes y, por otro lugar, están los cadáveres despedazados de estos mismos niños que extorsionan, que cargan pistolas, y hacen parte de esos ejércitos.
RAYA: Los cuerpos siguen sometidos a ese proceso de colombianización...
Nadia Granados: En el proyecto colombiano hay una cosa sobre el cuerpo. Está el cuerpo publicitario ficcionalizado, que es la construcción de colombianidad publicitaria donde somos amarillo, azul y rojo. Luego, hay otro sistema que es ese relato donde se dramatiza la historia del país. Ahí está la narcocultura desde la televisión. Y luego está el cuerpo del capitalismo gore, hecho de sangre que explota, cuerpos que estallan, que se matan los unos a los otros, sangre, sangre, sangre…
Luego está el cuerpo que está siendo descuartizado, el cuerpo que se expone incluso como medio de comunicación en la mitad de una plaza, para hacer que la gente se vaya. Detrás de todo eso hay objetivos políticos, económicos y eso, a la larga, es lo que más importa. Hay quienes se han hecho multimillonarios con toda esa miseria y tráfico de muerte, se benefician de todos los cuerpos, pero ni siquiera sabemos quiénes son y nunca van a pagar cárcel ni se habla de sus crímenes.
El narcotráfico se ha posicionado como el mayor problema de este país, pero realmente ese es uno de los problemas. Acá se ha desplazado gente por oro, por carbón, por agua, por banano, por palma aceitera, por ríos…
Gente de bien en la exposición Remate. Foto: María Fernanda Padilla Quevedo
RAYA: Hablando de los cuerpos, en el arte colombiano no estamos acostumbrados a ver los cuerpos desnudos, principalmente el de la mujer. ¿Cómo ha sido ese proceso de construcción de personajes de La Fulminante frente a un país que tiende a ser tan conservador y más cuando se habla de sexualidad?
Nadia Granados: Creo que no estamos en un país tan conservador. De hecho, crecí en un barrio y en un momento en el que a uno se le enseñaba a ser muy sexual. Hay una sexualización de nuestro cuerpo que es cultural, es casi que obligatorio estar buena y ser provocante. Ahora el trabajo sexual, el webcam, todos estos trabajos no son atípicos y el trabajo con el cuerpo en el sexo es algo muy común en este país. Eso genera una economía y una oportunidad laboral para mucha gente.
El problema es que el mundo del arte o de lo intelectual pareciera que se desliga de ahí, que no existe ese cuerpo sexualizado o únicamente tiene ese lado pornográfico y mercantil, y no puede entrar a menos que sea como erotismo. O sea, con cierta manera romántica. Lo explícito y ciertas partes del cuerpo deberían estar retiradas a ese lado del comercio, de lo sexual. Si el arte se escandaliza con esas cosas, a la larga están en la vida cotidiana.
Tampoco me inventé los desnudos en el cuerpo de las llamadas mujeres, eso lleva siglos, pero siendo representado por la mirada masculina. La novedad en mi arte es la autorepresentación, el volver la mirada hacia sí misma y ser la persona que escribe, que edita, que pone el cuerpo. Es un rompimiento con la mirada heteropatriarcal y de reivindicar otro tipo de miradas sobre nuestro cuerpo.
RAYA: ¿Cómo fue ese proceso de volver la mirada sobre sí, sobre el cuerpo propio para después ponerlo en el espacio público?
Nadia Granados: Empecé muy joven a descubrir mi sexualidad, como a los 13 o 14 años. En mi familia y en mi casa, la sexualidad nunca fue algo mal visto, o sea, mi mamá nunca reprimió ese lado de mi personalidad, sino todo lo contrario, me enseñó que el sexo era algo que se disfruta y se goza. Mis actividades sexuales fueron bastante abiertas desde muy joven y de alguna manera crecí frente a una mamá bastante liberal en términos de su sexualidad.
De adolescente tuve acercamiento a hacer fotos pornográficas, como una especie de trabajo que tuve, que no creo que fuera el mejor trabajo, pero a la larga fue una cosa de curiosidad sexual. Después, con todos los complejos que recaen sobre el no encajar en la belleza hegemónica, pareciera que hay cuerpos que no deberían desnudarse en público. Entonces, para mí emanciparme fue un acto de liberación frente a eso que me decía que no tenía derecho a estar frente al público, porque no encajó como una persona hegemónicamente bella.
Nadia Granados lleva al público a interactuar y cuestionarse. Foto: Raul vidales
RAYA: Frente a la pregunta de la autorepresentación, ¿en qué momento se da ese proceso?
Nadia Granados: Eso fue algo que encontré en la Universidad cuando estudié Artes. Di con artistas que me llamaron la atención desde el postporno, como Annie Sprinkle o las feministas de los años 80 y 70. Me agradó mucho esa manera de poner el cuerpo, porque en el performance también hay una imagen del sacrificio, de lo inmaculado, del dolor. Entonces, es una apuesta que viene desde el placer, de cosas que me sentía más cercana como adolescente, sudaca y persona se barrio. Sentí una relación más fuerte con ese tipo de lenguaje y un lenguaje más explícito.
Cuando empecé a ser artista, como a los 16, 17 años, mis primeras preguntas estaban relacionadas con la sexualidad en la historia del arte colombiano como una persona que hizo un rompimiento con ese tipo de cosas, que empezó a hacer cosas que antes no se hacían, y sigue siendo una excepción, que es lo raro. A pesar de que hay un montón de personas exhibiendo de miles de maneras el cuerpo en distintas visualidades, el arte sigue siendo un lugar donde eso no llega.
Cuando empecé a hacer arte realmente la gente no quería aceptar que estaba haciendo arte, mucha gente repelió mi trabajo o fue despectiva. Ahora hace parte de la historia del arte, de la conexión entre sexo y política, en las artes de la disidencia y el feminismo. Casi que es una manera de hacer post porno feminista, que es queer y lésbico. Cuando yo empecé a hacer eso era heterosexual, aunque ya no lo soy, mis primeras preguntas estaban alrededor de confrontar la heterosexualidad, las maneras en qué deseamos y se muestra lo sexual.
RAYA: En la exposición y sus otros performance hay referencias a figuras políticas, ¿cuál fue el momento en el que pasa de la pregunta por la sexualidad a la crítica de la política colombiana?
Nadia Granados: Sucedió entre el año 2003 y 2010, un proceso de siete años desde que matan a mi hermano en una masacre en el 2001. Yo venía de la Universidad con todo esta relación con la escultura, con el performance, el objeto, lo femenino, lo sexual… Caigo como en una depresión de dos años, de la que me saca integrarme a un colectivo de comunicación alternativa llamado Somos Sudacas, que hacían radio.
Empiezo a interesarme por el asunto de la comunicación alternativa, estuve trabajando con organizaciones sociales, ayudando a hacer campañas, pero sin ningún tinte artístico. Simplemente, ayudando a hacer cosas con mis herramientas más básicas: pintar, dibujar, hacer Photoshop. En el año 2010, llego a un punto como de rompimiento, que uno no puede caer más bajo y en 2010 decidí iniciar La Fulminante aplicando todo lo que sabía hacer.
La Fulminante es un personaje que creé en el año 2000, como un monstruo femenino. Ese mujer de la vagina dentada que da miedo y asco, y esas ficciones alrededor de lo femenino. Tuve una situación de violencia de género muy fuerte entre 2008 y 2010, de la que logré escapar emancipándome. Ese proyecto ayudó a reivindicarme, a resucitar, y para asumir mi carrera profesional con mucha seriedad, entonces empecé a hacer eso con mucha conciencia de que fuera un proyecto que fuera importante y pasó a la historia.
Fragmento de una de las piezas de la exposición Remate. Foto: María Fernanda Padilla Quevedo
RAYA: Frente a un gobierno progresista, como tenemos hoy en Colombia, ¿cuál es la tarea que tienen los artistas políticos?
Nadia Granados: Diría que hay que apuntarle a seguir informando y con la derechización que estamos viendo en otros países, es algo que puede pasar acá. No se puede flaquear. Hay mucha gente que le queda muy fácil empezar a criticar al actual gobierno, pero para mí eso no sirve para nada. Sobre todo, por las dificultades que se tienen en cuatro años para transformar esto que lleva décadas en manos de gente funesta. Toca fortalecer y seguir apoyando lo que hay.
Hay que seguir señalando a los que son y no dar la espalda a lo que hay hoy construido, porque para echarle tierra y boicotear ya hay bastante gente. Es muy peligroso ese discurso de que esto no sirvió para nada, porque entonces cuál es la propuesta que viene: ¿Claudia López? ¿María Fernanda Cabal?
Tampoco creo que haya mucho arte activista, que ponga la cara de verdad. Hay arte sobre las víctimas y sobre el duelo, pero no hay no hay mucho arte que tome realmente posición y que esté ahí frente con los procesos sociales, de verdad.
RAYA: Cuando dice que hay que seguir señalando a los que son, ¿a quién se refiere?
Nadia Granados: Empezando por toda la gente paraca que siempre ha estado ahí. Aquí la lucha ha sido por la tierra, aquí se cometió un genocidio, aquí hubo terrorismo de Estado y hay un montón de gente que debería estar en la cárcel y no lo está. Siguen en sus sillas, en sus fincas y no pasa nada, entonces hay que insistir en que tiene que pasar algo. Hay que recordar y decir que Uribe paraco es verdad y que ser paraco no es un chiste. Es algo macabro, tuvieron cómplices y no han dejado de hacer política y están en el Congreso evitando que pasen las reformas. Ese trabajo obedece a sus intereses económicos y a toda la sangre que han derramado.