En esta primera parte, el exmagistrado de la Corte Constitucional, Jaime Araujo Rentería, analiza desde la teoría del filósofo Immanuel Kant cómo actuar frente a la corrupción rampante que le propone al Estado, representado por los políticos, el empresario privado, o viceversa. El ser humano, es el único ser de la naturaleza que puede realizar acciones morales.
Por: Jaime Araújo Rentería
Expresidente de la Corte Constitucional
Política y ética
Los hechos políticos recientes, originados en la corrupción de empresas como Odebrecht y en la financiación de la política nos obligan a reflexionar, sobre lo que hay detrás de ellos y sobre el futuro de la democracia en Colombia y de lo que debemos hacer los demócratas. Lo primero es recordar, que el ser humano, es el único ser de la naturaleza que puede realizar acciones morales, que somos seres morales con voluntad libre y que la obligación moral deriva de la razón. Que en cada acto del hombre (en cada coyuntura: política, económica, social, etc.), debemos preguntarnos: ¿qué debo hacer? ¿Cómo debo actuar? ¿Cómo debemos obrar siempre, no importa de qué acción concreta se trate? Si esa acción concreta, la realizamos por deber, entonces la acción es un fin en sí misma y éticamente correcta; o, por el contrario, si la acción en un medio para conseguir un fin y por lo mismo moralmente incorrecta o en términos polí ticos maquiavélica.
La primera concepción que es la de Kant, parte del supuesto de que el principio moral es un principio para todos (universalizable) y para todos los actos concretos. La ley moral es un imperativo categórico y como su nombre lo dice, es un deber que contiene una orden que no admite excepciones, exoneración o dispensa en ningún caso particular, o coyuntural.
A la pregunta cómo debemos obrar, en cada caso y siempre, Kant responde: “obra sólo según la máxima que al mismo tiempo puedas querer se convierte en una ley universal”. La conciencia moral nos dice: no mentirás, no engañarás, no serás corrupto, no matarás, defenderás los derechos humanos, no robarás, etc. Estos mandatos son absolutamente válidos en todas las circunstancias o coyunturas, pues de otra forma no serían una exigencia moral. Nada gano con decir que yo soy incorruptible, si en cada coyuntura yo me corrompo: hoy exceptúo la regla o el principio moral de que NO debo ser corrupto, con la excusa del dinero que me dieron; o del puesto que me dieron, o de la elección política que debo ganar, o del contrato que me darán. Yo debo ser incorruptible, aunque me ofrezcan, en una situación concreta dinero, deba conservar mi puesto o ganar una elección política.
En realidad, no soy honesto cuando critico la corrupción de los demás, pero justifico la de mi padre o la de mi hija, por la circunstancia o la coyuntura de que son mi padre o mi hija. Por mucho que predique que soy defensor de los derechos humanos, no lo seré si en ciertas circunstancias yo los violo o dejo de defenderlos. No seré de izquierda por mucho que lo pregone, si en cada coyuntura voto o me alió con la derecha. Estas re flexiones son igualmente válidas para los otros mandatos de la conciencia moral: no mentirás, no engañarás, etcétera que deben cumplirse siempre en cada caso particular, en cada circunstancia, sin excepciones ni derogaciones pues de lo contrario serán acciones inmorales o anti éticas. Esto es válido para todas las acciones del hombre, incluidas las acciones políticas.
La posición ética contraria, que considera que el hombre puede llamarse incorruptible y sin embargo, dejarse corromper en cada caso particular, con tal de lograr un fin; o más grave aún, que considera, que hay una esfera de la actividad o conducta del hombre: La política, donde la ética es un obstáculo; y por lo mismo debe rechazarse, porque todo medio vale y está justificado si sirve para alcanzar el fin que es el poder político; el fin justifica los medios, es el denominado maquiavelismo; donde no hay imperativos categóricos, sino imperativo hipotético condicionales, ya que las reglas morales no valen absolutamente sino de modo condicional; son buenas y válidas si sir ven para conseguir un cierto fin. Y si el fin es el poder y este se puede conseguir, con el asesinato, la tortura, la violación de los derechos humanos, la mentira, el engaño, la corrupción o el voto por la derecha, todos esos medios valen y están justificados.
Por el contrario, El imperativo categórico Kantiano, en todas las relaciones humanas, considera al hombre como un fin en sí mismo: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”. El ser humano no tiene precio sino valor; el valor del ser humano no es intercambiable por otros valores; ni siquiera por el valor de otros hombres; esto es lo que explica por qué Kant rechaza la tesis, de que es posible sacrificar a un hombre para salvar a otro hombre o a muchos otros hombres. Esa cualidad que impide que un hombre pueda ser inter cambiado por otro hombre, es lo que se denomina dignidad humana; esa misma cualidad es la que hace que un hombre sea un fin en sí mismo, y que por lo mismo jamás pueda ser considerado como un medio; ya que si se le considera como medio se le estaría cosificando, dejaría de ser persona para convertirse en cosa y podría ser intercambiable; por ejemplo se podría intercambiar un hombre por dinero y con esto habríamos regresado el régimen de la esclavitud; o se podría comprar, utilizar y degradar el cuerpo de una mujer.
Coherente con su ética, para Kant, estudiando las relaciones entre la política y la moral, Sobre el desacuerdo que hay entre la moral y la política con respecto a la paz perpetua y rechazando la tesis de que la política es inmoral, en La paz perpetua afirma “La mejor política es la honradez”. Lo correcto es más ético que lo bueno y la acción ética es más importante que el resultado que se obtenga. Lo que dignifica al hombre es la acción que realiza y no el resultado que obtiene. El hombre es lo que hace y no lo que dice que es, pues si dice una cosa y hace otra, en realidad es lo que hace; si digo que soy honesto y en cada caso particular o coyuntura me corrompo o que soy de izquierda y me comporto como la derecha, en realidad soy de derecha.
Kant, criticando a quienes afirman que una cosa es la teoría y otra muy distinta la práctica, de modo que se puede ser honesto en la teoría política y al mismo tiempo corrupto en la práctica política y ética, y criticando a quienes afirman que “eso vale para la teoría pero no sirve de nada en la práctica”, presenta, “la relación entre teoría y práctica en tres apartados: primero, en la moral en general (con las miras puestas en el bien de todo hombre); segundo, en la política (en relación con el bien de los Estados); tercero, desde un punto de vista cosmopolita (con vistas al bien del género humano en su conjunto…” y en el 1 tema concluye: “He ahí una prueba clara de que todo cuanto en la moral es correcto para la teoría también tiene que ser válido para la práctica. Por consiguiente, en su cualidad de hombre, como ser sometido a ciertos deberes por su propia razón, cada uno es una persona con ocupaciones y responsabilidades.
Kant rebatiendo la tesis de que se puede mentir en ciertos casos, explica porque los principios son verdaderos principios y especialmente los éticos, está en su cualidad de ser universales, imperativos categóricos que no admiten excepciones en ningún caso ni circunstancias, y no condicionados a las circunstancias o coyunturas: Kant dice: “El que acepta la pregunta a él dirigida por otro de si pretende o no ser veraz en la declaración que ahora ha de hacer y no se indigna por la expresada sospecha de que bien podría él ser un embustero, sino que reclama la venia de concebir posibles excepciones para él, es ya un embustero (in potentia), pues con ello muestra que no reconoce la veracidad como un deber en sí mismo, sino que se reserva para sí excepciones a una regla que en esencia no admite excepción alguna, pues con una se contradiría precisamente a sí misma.
Todos los principios jurídico-prácticos han de contener estricta verdad y los aquí llamados principios intermedios no pueden encerrar sino la más precisa determinación de la aplicación de aquéllos a los casos que se presenten (según las reglas de la Política), más nunca excepciones a ellos: pues tales excepciones aniquilarían la universalidad, sólo de la cual toman su nombre de principios.”
Les decimos a los maquiavélicos, sean de derecha, de izquierda o de centro, que preferimos continuar en el campo de los principios Kantianos, manteniendo la dignidad del ser humano, que tenemos valores y valor, pero no tenemos precio; aunque existan maquiavélicos necios, que son como dijo el poeta Antonio Machado: “ confunden valor y precio”.