La reforma laboral, en sus últimos debates en la Cámara de Representantes, busca revertir recortes anteriores y aumentar los ingresos de los trabajadores en un 4%. Opositores alegan que esto podría incrementar costos laborales en un 30% y generar inflación y desempleo. Sin embargo, la reforma permitiría redistribuir la ganancia, reducir ingresos de los capitalistas y aumentar los de los trabajadores,es decir, disminuir la desigualdad.
ANÁLISIS Por: Carlos Alberto Duque Garcia, PhD1.
“El propósito del estudio de la economía no es adquirir un conjunto de respuestas prefabricadas a las preguntas económicas, sino aprender a evitar ser engañados por los economistas”
Joan Robinson, Marx, Marshall y Keynes.
La actual reforma laboral en Colombia, impulsada por el gobierno de Gustavo Petro, ha vuelto a poner sobre la mesa una serie de controversias que tienen vieja data en la historia del pensamiento económico. Se trata, pues, de la relación general entre salarios, precios, empleo y ganancia en una economía capitalista.
Grosso modo, la reforma laboral propone revertir los recortes a los ingresos laborales, en horas extras y dominicales, que las reformas neoliberales –ley 50 de 1990 y ley 789 de 2002– habían arrebatado a la clase trabajadora colombiana en un contexto que, es preciso recordar, estuvo signado por la persecución violenta a las izquierdas, asesinatos y amenazas a sindicalistas y auge narco-paramilitar.
Frente a la actual reforma laboral –que según estimaciones rigurosas proyectan un incremento de apenas el 4% de los ingresos laborales de los trabajadores– los gremios empresariales, periodistas, economistas de derecha y demás plumas a sueldo han puesto el grito en el cielo. Las cifras y conceptos económicos más sencillos se manosean para ofrecer cifras fabulosas: “incrementos del 30% de los costos laborales” sostiene, por caso, el exministro José Manuel Restrepo. Jaime Alberto Cabal, presidente de Fenalco, dijo en diciembre del año pasado lo mismo, sin ofrecer ningún sustento técnico para su extravagante afirmación. Sin embargo, la principal estrategia retórica consiste en apelar a la teoría económica ortodoxa (neoclásica).
Como toda teoría económica burguesa, la neoclásica busca defender los intereses particulares del capital disfrazándolos hábilmente como intereses generales de la población empleada. Así, nos intentan convencer que los incrementos salariales van a generar inflación (y pérdida del poder adquisitivo), o que se va a afectar la condición de los trabajadores en situación de desempleo o informalidad.
Salarios e inflación
Los pretendidos efectos inflacionarios de los incrementos salariales constituyen una idea muy vieja, ya ampliamente difundida en el siglo XIX (criticada eficazmente por Karl Marx en Salario, precio y ganancia). Desde el siglo XX –y con vigencia en nuestros días– dicha idea se incorpora en la macroeconomía neoclásica de la mano de la pretendida curva de Phillips (relación inversa entre inflación y desempleo) y el concepto de tasa “natural” de desempleo. La idea básica es que los precios se determinan por los costos (principalmente laborales) y un margen de ganancia (que se supone constante). Así, al aumentar los costos salariales crecerían también los precios.
Dicha explicación, sin embargo, tiene varios problemas, ya identificados por Marx. Primero, si los capitalistas pueden fijar el margen de ganancia (y los precios) a voluntad, ¿por qué ejercerían dicha voluntad solamente cuando los salarios se elevan y no en cualquier otro momento? Más aún, la evidencia empírica ha mostrado (para Colombia y otros países) que los márgenes de ganancia presentan una alta variación a través del tiempo y a través de empresas individuales y sectores económicos. Más aún, la distribución estadística de márgenes de ganancia por sector siempre presenta un porcentaje de empresas, nada despreciable, con márgenes de ganancia negativos donde, de hecho, los precios están por debajo de los costos promedios2. Así, es un doble error determinar los precios por la mera voluntad de los capitalistas y/o suponiendo un margen de ganancia fijo. Igualmente, no es de extrañar la débil evidencia empírica tanto de la curva de Phillips como de las tasas “naturales” de desempleo3.
En realidad, los posibles efectos de los salarios sobre los precios solo pueden explicarse atendiendo a la esfera de la circulación; al efecto que allí tiene el incremento del ingreso (y gasto) de los trabajadores sobre la competencia entre los múltiples capitales. Ya en el siglo XIX Marx sostenía correctamente que, si frente a incrementos salariales los trabajadores elevan su gasto, esto se vería necesariamente compensado por una reducción del consumo de lujo de los capitalistas. Así, los incrementos salariales tendrían efectos principalmente distributivos –mayor tasa salarial y menor tasa de ganancia– y, por consiguiente, implicarían un reacomodo de la composición de la demanda agregada (más demanda de bienes de subsistencia y menos de lujo) y, con ella, de la oferta agregada. En suma, una reducción de la desigualdad de los ingresos, del gasto y del consumo. Lo cual, en una nación tan desigual como la colombiana es algo más que bienvenido.
Salarios y empleo asalariado
Los opositores a la reforma laboral también sostienen que el incremento de los ingresos salariales va a elevar el desempleo y la informalidad laboral. Sobre el desempleo, la idea básica es que, con los nuevos salarios, se va a demandar menos fuerza de trabajo porque esta se sustituiría por capital (medios de producción). Dicha idea solo tiene sentido si se supone que entre la fuerza de trabajo y los medios de producción (maquinarias, edificaciones, materias primas, etc.) existe un amplísimo espectro de sustitución conocido como la función de producción neoclásica.
Sin embargo, sin entrar en detalles técnicos aquí, es suficiente con plantear que dicha función de producción ha sido objeto de una contundente crítica que ha mostrado sus inconsistencias teóricas e invalidez empírica4. Su omnipresencia en la enseñanza económica se sostiene únicamente gracias al dogmatismo teórico neoclásico y su utilidad marginal a la hora de defender políticas pro-capital.
En contraste, como lo han planteado diversos autores marxistas y heterodoxos, existe una cierta “rigidez” en las proporciones en que se combinan medios de producción y fuerza de trabajo, es decir, en la composición técnica del capital. Estas proporciones cambian solamente cuando hay cambio tecnológico –un proceso costoso y que toma tiempo– y de ninguna manera de forma espontánea o en el corto plazo. Así el nivel de empleo dependerá principalmente del acervo de capital fijo, su utilización y el cambio tecnológico. En consecuencia, es de esperar que un aumento salarial tan moderado, como el planteado por la reforma laboral, no tenga ningún efecto negativo sobre el empleo asalariado.
Salarios y trabajadores por cuenta propia
El grueso de los trabajadores informales en Colombia lo constituyen trabajadores/as por cuenta propia y trabajadores/as familiares sin remuneración (incluyendo al campesinado). Estos trabajadores producen directamente y/o comercializan mercancías básicas (alimentos, servicios personales y de transporte, etc.) orientadas al consumo de las clases trabajadoras, pero no para el consumo de los capitalistas.
De esta manera –y contrario a lo planteado por los opositores a la reforma– un incremento en los salarios se traducirá en una mayor demanda de mercancías ofertadas por la economía informal. Todo lo cual elevará los ingresos de los trabajadores en la informalidad. Esto se vería complementado, además, por las políticas de reforma agraria adelantadas por el actual gobierno que están mejorando el acceso del campesinado a tierras fértiles. En contraste, las políticas neoliberales implementadas en las últimas décadas, que han concentrado los ingresos en los sectores más acaudalados, han asfixiado la demanda e ingresos de los trabajadores informales.
En suma, la reforma laboral tendrá efectos principalmente distributivos: mayores ingresos reales para los trabajadores asalariados e informales y una reducción marginal de los ingresos de los capitalistas, con la consecuente (y necesaria) reducción en la desigualdad. Todo sin un impacto negativo sobre la inflación, el empleo asalariado y la informalidad laboral.
1. Doctor en Ciencias Económicas y profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana de México. Magíster en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia. Las opiniones aquí planteadas sólo comprometen al autor.
2. Ver: https://doi:10.1111/meca.12134
3. Ver: https://www.sinpermiso.info/textos/el-debate-de-la-inflacion
4. Ver: https://doi.org/10.2307/1927538 y https://doi.org/10.1111/j.1467-999X.2009.04079.x